El Arquitecto Walter Troia, responsable del curso “Documentación de obra de calidad”, nos cuenta su transición del mundo CAD al mundo BIM, en primera persona.

Una retrospectiva lógica

No cabe duda de que la adopción de los sistemas BIM ya es una realidad. En nuestro país estamos en una etapa temprana de incorporación de estas herramientas respecto del resto del mundo. Inclusive en la región se utilizan masivamente desde hace casi diez años.

En mi caso, la novedad del “modelado paramétrico en 3D” con Revit llegó a través de un colega allá por 2005. Para ese entonces había desarrollado mis propios estándares CAD, con buena capacidad productiva y siendo muy competitivo.

Fue justamente por esos motivos que dejé pasar la oportunidad de anticiparme a lo que vendría. Además, los procesadores y las memorias no eran lo suficientemente rápidas, no había una banda ancha confiable y pocos profesionales usaban el programa. Mucho menos parecía real la idea de la colaboración remota.

Digamos que, para ese momento, con un buen desarrollo de proyecto y documentación 2D, el uso de maquetas volumétricas de estudio y algunos renders fotorrealistas, tenía un abanico de herramientas que me resultaban suficientes.

Tanto en lo profesional, como usuario del AutoCAD, y hasta en el ámbito docente, me sentía un CAD Manager que podía resolver o encarar cualquier proyecto de vivienda, laboratorios o salud de diversa magnitud.

El cartero llama dos veces

Tuve una segunda oportunidad, más concreta, en 2009, con una capacitación online de Revit (que no llegué a completar…), y convencido de que era un buen momento para migrar al mundo BIM. nuevamente, este pasaje quedó truncado por la vorágine de trabajo, la falta de colaboradores disponibles en el mercado y, por qué no decirlo nuevamente, la comodidad de seguir perfeccionando y mejorando las metodologías en CAD.

A la vez, iba compilando cuanto material, tutorial y newsletter saliera publicado sobre el tema; digamos que mi carpeta BIM crecía en datos pero no en la aplicación a proyectos. 

En el estudio que integro construimos 14 edificios de propiedad horizontal en ocho años (desde cero hasta su construcción); con el BIM podríamos haber optimizado mucho más el tiempo, los recursos y la producción. Esto, sin contar otra veintena de anteproyectos desarrollados en distintas instancias de avance (ver gráfico).

Bienvenidos al tren

Hoy ya no hay excusas, y me animo a decir que tampoco hay más tiempo, para no trabajar en BIM. Nos propusimos de a poco ir haciendo esta transición, el pasaje del CAD al BIM. Actualmente nuestro equipo de trabajo está integrado por un ingeniero (titular), tres arquitectos (un proyectista senior y dos colaboradores), más cuatro asesores externos de distintas disciplinas.

La primera pregunta fue ¿por qué? y luego ¿para qué? A esta altura de la nota ya se responden solas. Lo que cada organización tiene que entender es el alcance de estas dos preguntas. Hay que dejar de lado los preconceptos del miedo al cambio, de los costos de inversión inicial y del tiempo necesario para aprender nuevos programas. 

Un estándar de nuestro estudio en el análisis de factibilidad de un terreno es sacar un anteproyecto en menos de una semana. Y habitualmente un edificio de entre 5.000 y 10.000 metros de obra logramos documentarlo por completo en tres meses.

Trabajamos en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, con lotes de 8.66 y de dobles o triples frentes, con lo cual cualquier base de anteproyecto anterior es útil para no arrancar de cero. Tenemos desarrolladas plantillas de tipologías de carpinterías, herrerías, detalles constructivos y de locales, de modo que es muy fácil adaptarlos para cada nuevo proyecto. Ahora, ¿se imaginan todo el tiempo que hubiésemos ganado si estos proyectos en CAD hubieran sido directamente en BIM?

Por otra parte, como no somos fanáticos de los cómputos, trabajamos con contratos por rubros separados y sólo computamos superficies generales, carpinterías, artefactos, griferías, y planillas de terminaciones. Es por esto que la definición de estos elementos en Revit con la creación de familias no resultó ser engorrosa porque conocíamos muy bien nuestro producto. Finalmente, el renderizado lo seguimos tercerizando pero ya no con planos 2D sino en un modelo 3D, lo cual agiliza tiempos internos y externos. Entendimos que Revit no es un programa para hacer renders aunque tenga las herramientas incorporadas.

No comparto la opinión difundida de que el BIM va a desplazar al CAD; Revit y Autocad se complementan en la emisión final de planos de construcción, por ejemplo, con los detalles constructivos. Lo que hay que tener en claro es cuál es la transferencia de información 3D y 2D con la base de datos que posee el modelo.

Estamos concientizando a nuestros asesores para que adopten BIM y poder trabajar en forma integrada y colaborativa. En otras palabras, llevar a cabo una transición en conjunto para no perder la dinámica de trabajo en la que todas las partes colaboran desde el inicio bajo el concepto IPD. No es una tarea sencilla, pero son conscientes de que esto les abre un campo actual de trabajo enorme en miras a lo que viene.

Manos a la (pre) obra

La prueba piloto la hicimos con un proyecto chico de planta baja y cuatro pisos de 2.500 m2. El momento oportuno llegó con el lanzamiento de un curso online de la Escuela de Gestión. Ya teníamos el anteproyecto en CAD y clase a clase fuimos armando (o mejor dicho, construyendo) virtualmente el modelo en Revit como práctica real (ver flujograma).

No fuimos muy ambiciosos al principio: la meta fue entender la herramienta y sus funcionalidades 2D y 3D, y dejar para más adelante las funcionalidades 4D hasta 7D (ver tabla) de acuerdo con nuestras necesidades y capacitaciones continuas.

Nos enfocamos fundamentalmente en cuatro premisas:

1) Evitar (detectándolas) incongruencias entre planos, de la misma especialidad o diferentes especialidades.
2) Resolver los detalles y definir las especificaciones.
3) Agilizar la documentación.
4) Acotar los cambios con una inmediata actualización de las modificaciones.

Es decir, seguir haciendo foco en la gestión de proyectos, en la calidad final de la documentación y en la detección de interferencias como tareas fundamentales.

El nivel de detalle de información alcanzado en los elementos del modelo es un LOD 200 (diseño desarrollado). Aspiramos a llegar a un nivel de desarrollo LOD 300 que nos permita especificar y articular con un alto nivel de claridad el contenido y la fiabilidad de los datos de la construcción del modelo, tanto en las distintas etapas del proceso de diseño como en su seguimiento en la construcción real.

Nos queda mucho camino por recorrer. El paso siguiente a partir de la primera experiencia es desarrollar un BEP enfocado en nuestro know how. A futuro podremos lograr una integración total AEC en los proyectos con nuestros asesores hasta llegar, si quisiéramos, a una metodología Lean Construction.

El éxito de BIM se maximizará si todas las partes implicadas en el proceso de integrar el modelo utilizan el mismo lenguaje, un protocolo compartido y objetos inteligentes basados en normas de intercambio bien definidas.

Escuela de Gestión de la Construcción

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